En cada entrega de "Planetas del Imperio" vamos a presentar un planeta nuevo para insertar en tus partidas de Warhammer 40.000 Roleplay: Dark Heresy, Rogue Trader, Deathwatch, Black Crusade y Only War (que aún no ha sido publicado). No estarán vinculados de ninguna manera a los escenarios oficiales de los manuales, pero no debería costar insertarlos en ellos o en tu propio escenario de campaña (razón por la cual no hay ninguna mención al sector en el que se sitúan). Y, por supuesto, las fechas y los nombres de ciertos personajes deberían cambiarse para ajustarse a cada campaña. Ahora, sin más presentaciones, vamos con el primero de los planetas. Por Miguel de Rojas.
Corvin
Corvin, también conocido como Bomehn III, era hasta hace poco un mundo civilizado de escasa importancia, dominado por una complaciente nobleza hereditaria y cuyo único lugar de interés para los visitantes de fuera del planeta era la ciudad sagrada de Utraqan, donde se encuentran la famosa Basílica de las Velas y la Biblioteca Cardenalicia de Corvin.
Por razones que aún hoy se desconocen, hace diez años el archihereje Imzar Al-Kassar eligió Corvin como objetivo de un ataque por sorpresa. Al amanecer de 106805.M41, las ciudades amuralladas de Corvin se despertaron oscurecidas por las amenazadoras siluetas de una flota invasora. Lentamente, los primeros avisos de las sirenas antiaéreas empezaron a abrirse paso entre el silencio de la mañana hasta los oídos de los aletargados ciudadanos, que, desconcertados, miraban al cielo sin creer lo que veían. Únicamente el inicio del bombardeo fue capaz de sacar a la mayoría de su estupor y hacerles correr hacia los refugios antiaéreos. Las escasas baterías de defensa orbital, patéticamente inadecuadas para repeler un ataque de tal magnitud, fueron vaporizadas en cuestión de minutos. Inmediatamente después, centenares de naves de desembarco iniciaban el asalto sobre Corvin.
Mientras tanto, en el palacio del gobernador planetario en la capital, Corvogrado, empezaban a llegar los convocados a una reunión de urgencia. Los generales de los diversos regimientos de la Guardia Ducal, todos ellos vástagos de las mejores familias de la nobleza corvinita, aguardaban inquietos la presencia de Lord Nestev, Gran Duque de Corvin. Pese a sus uniformes cubiertos de condecoraciones y adornos dorados, lo cierto era que ningún comandante corvinita había entrado en combate desde hacía siglos, y mucho menos en una acción a gran escala. Los regimientos de la Guardia Ducal, la fuerza de defensa planetaria local, se habían ido convirtiendo en las guardias personales de los duques que gobernaban cada una de las provincias de Corvin. En aquel momento eran cuerpos principalmente ceremoniales a los que se accedía a través de la venta de cargos y el tráfico de influencias, con los que los puestos de mando quedaban reservados para las familias ducales, independientemente de su talento militar. No obstante, entre sus filas imperaba el orgullo de los que se reconocen una clase privilegiada.
Durante el consejo militar que tuvo lugar en las primeras horas de 106805.M41, Lord Nestev exigió a sus generales que devolviesen a los invasores a sus naves antes de que pudieran profanar el suelo de Corvin. Para ello, ordenó la movilización de todos los efectivos en columnas blindadas que atacarían los espaciopuertos, aniquilando a las tropas enemigas durante el vulnerable proceso de desembarco y negando el uso de las plataformas de aterrizaje al resto de naves que sin duda estaban en camino. Aunque pronto se verían superadas en número por la chusma del Caos, la Guardia Ducal contaban con la iniciativa, su superior equipamiento (el enemigo aún no había tenido tiempo de desembarcar sus fuerzas acorazadas, si es que las tenía) y la organización de la que los herejes, por su propia naturaleza, carecían.
Que ni uno solo de los generales presentes tuviera en cuenta la falta de apoyo aéreo dice mucho de los problemas que aquejaban al liderazgo de Corvin.
Tan pronto como la primera columna se puso en marcha, avanzando a toda velocidad por la autopista que conectaba el espaciopuerto de San Prokop (el único digno de tal nombre) con la capital y los centros industriales cercanos, sus tanques fueron interceptados por escuadrillas de cazabombarderos Hell Talon. Las fuerzas aéreas corvinitas, poco numerosas para empezar, habían quedado inutilizadas en el primer ataque, y sus bases estaban siendo utilizadas por los invasores como puntos de aterrizaje secundarios. Aunque otras columnas avanzaban hacia ellas con el propósito de liberarlas y, de ser posible, devolverlas a un estado operativo, por ahora no había ninguna posibilidad de proporcionar cobertura aérea a la fuerza de ataque de San Prokop. Los tanques corvinitas, atrapados en la carretera entre los restos de los vehículos que iban siendo destruidos y sin posibilidad de buscar cobertura en las desoladas llanuras del páramo de Reinmar, fueron progresivamente aniquilados por las aeronaves del Caos. Los supervivientes retrocedieron en desbandada hacia Corvogrado, donde se refugiaron tras las murallas. Al día siguiente serían barridos por completo cuando la horda de Imzar Al-Kassar, equipada con numerosa artillería, puso cerco a Corvogrado. La huida del Gran Duque Nestev junto con gran parte de la nobleza y los oficiales del gobierno provocó el pánico general en la ciudad y los defensores no tardaron en desmoronarse. En menos de 48 horas, la flor y nata de las fuerzas armadas de Corvin había dejado de existir.
No es necesario relatar las matanzas subsiguientes perpetradas por las tropas de Al-Kassar, su tributo en sangre a los Dioses del Caos. Aparte de Corvogrado, Janisburg y otras dos ciudades más habían caído en el asalto inicial, y varias más estaban bajo asedio o tenían tropas enemigas en camino. En mitad del caos, con su ejército derrotado y sin un gobierno efectivo -Lord Nestev y su séquito estaban desaparecidos, y muchos nobles se habían retirado a refugios seguros-, parecía que el planeta entero caería en pocos días. El liderazgo que permitiría a Corvin sobrevivir a la sangrienta primera semana de la invasión vino de donde menos cabría esperar.
El cardenal Eimar Hus había accedido al cargo apenas seis meses antes. Aunque joven para ser cardenal planetario, Hus tenía reputación de ser un gestor eficaz y estaba considerado una figura prometedora dentro de la Eclesiarquía. No obstante, aún tenía que ganarse el respeto de los corvinitas como líder espiritual. Por eso fue una sorpresa cuando, tan pronto como se supo la caída de Corvogrado, Hus recurrió a su autoridad para movilizar al Frateris Militia, la milicia del Culto Imperial. Su guardia personal fue despachada inmediatamente con el doble objetivo de iniciar el reclutamiento entre las filas de la Eclesiarquía y de hacerse con todos los depósitos de armas de Utraqan. Entre los arsenales de la Guardia Ducal, las armerías del Magistratum y las fábricas de munición de la ciudad, Hus podía armar a miles de hombres. A continuación, con los primeros grupos de voluntarios ya formados, ordenó el reclutamiento forzoso de todas las unidades de la Guardia Ducal presentes en la ciudad, así como el de cualquier grupo armado independiente. Estos iban a ser los encargados de formar al ejército de ciudadanos que estaba reuniendo.
Para cuando el ejército de Imzar Al-Kassar alcanzó Utraqan, las fuerzas del Frateris Militia controlaban ya toda la región y se encontraban bien atrincheradas. Las fuerzas del Caos, que se habían desorganizado un tanto durante su veloz avance, se estrellaron contra las defensas corvinitas y, tras varios asaltos infructuosos, fueron puestas en fuga. Aunque la derrota en Utraqan apenas supuso pérdidas de importancia para el contingente de Al-Kassar, para los corvinitas supuso una victoria decisiva. La resistencia de Utraqan impidió que los invasores alcanzasen las provincias más remotas de Corvin, que pronto dispondrían el envío de refuerzos. Al día siguiente, el Cardenal Hus lanzó su famoso mensaje, radiado a todo el planeta, en el que instaba a los corvinitas a alzarse en armas y resistir al invasor en nombre del Emperador.
Así dio comienzo la verdadera batalla por Corvin, que se desarrollaría en una serie de asedios y brutales combates urbanos. Durante novecientos noventa y nueve días, miles de fieles, unidos bajo el estandarte de la Eclesiarquía, resistieron el empuje de una horda cada vez más furiosa e impaciente. Entonces, en el milésimo día, llegó la ayuda por la que tantos habían rezado desde el inicio de la invasión. Una flota de asalto imperial, liderada por el acorazado Castigo Divino, entró en el sistema Bomehn dispuesta a entablar batalla con la armada de Imzar Al-Kassar. Durante casi tres años, sus incursiones habían asolado el sector, manteniendo a la flota imperial a la defensiva. Ahora, por fin, la Armada Imperial había hecho retroceder a sus adversarios y se había reunido para asestar un golpe mortal.
La flota imperial se abrió paso como un torbellino, atrapando a los desprevenidos herejes en el pozo de gravedad de Corvin y aniquilándolos antes de que pudieran reaccionar. Al igual que había hecho Al-Kassar casi tres años antes, las fuerzas imperiales, encabezadas por seis compañías del capítulo de los Guardianes de la Tormenta [Storm Wardens en el original], realizaron un asalto fulgurante en el que destruyeron una parte importante de las defensas del ejército caótico. Aún harían falta tres meses más de campaña para recapturar todos los reductos de las fuerzas de Al-Kassar, incluyendo el famoso asalto final a Corvogrado, convertida en una ciudad de pesadilla corrompida por la disformidad.
Los Mil días de Corvin se han convertido ya en una leyenda por todo el sector, relatada por sacerdotes y misioneros como ejemplo a seguir para todos los fieles del Emperador y aviso para aquellos que descuidan sus deberes. Tras la liberación, la aristocracia de Corvin fue ejecutada en bloque por su negligencia en la defensa del planeta. Eimar Hus presionó con éxito para que Corvin se convirtiera en un mundo cardenalicio bajo el gobierno directo de la Eclesiarquía, y su enorme popularidad le permitió acceder al sínodo del sector como representante de su archidiócesis. Hoy día, aunque continúan los trabajos de reconstrucción, Corvin se ha convertido en una de las principales sedes de poder de la Eclesiarquía en el sector. Los veteranos del Frateris Militia actúan como policía de facto a las órdenes de Hus, y pocos en Corvin se atreven a oponerse a ellos o al cardenal, considerados los salvadores del planeta. La mayoría de los ciudadanos de Corvin son felices de que el Emperador les haya bendecido, y sólo algunos son conscientes de los peligros que entraña la marca dejada por los Dioses Oscuros sobre su mundo…
Corvin en juego
He aquí algunas ideas para explorar la historia de Corvin en tus partidas:
- Todos inquisidores y analistas militares que le han dedicado atención a los Mil días se hacen la misma pregunta: ¿Por qué Imzar Al-Kassar eligió Corvin como objetivo de su invasión? Hasta ahora ninguna respuesta ha sido satisfactoria. Aunque es evidente que el planeta estaba mal defendido, su importancia estratégica y económica era casi nula. Algunos expertos del Ordo Malleus se han fijado especialmente en que Al-Kassar controló gran parte de Corvin durante exactamente 999 días, un número sagrado para los seguidores de Tzeentch. Fuera lo que fuera lo que buscaba, la pregunta es ¿lo consiguió?
- ¿Qué dejaron atrás los seguidores del Caos? Corvogrado es ahora una ciudad prohibida por orden de la Inquisición, pero seguramente no es el único lugar en el que pueden encontrarse artefactos siniestros o incluso presencias disformes. Tal vez sea necesario enviar un equipo de destrucción (bien de acólitos o bien de marines espaciales) para hacerse cargo.
- La sustitución de la decadente nobleza de Corvin por el carismático cardenal Hus y la forja de sus ciudadanos en un ejército de fieles son objetivos que parecen llevar la marca de filosofías radicales como el Recongregacionismo y el Istvaanianismo. ¿Y si la caída de Corvin hubiera sido planeada desde dentro de la Inquisición?
- No falta quien cuestiona las acciones del cardenal Hus como una violación de los términos del Decreto Pasivo, que prohíbe a la Eclesiarquía mantener un ejército propio de “hombres armados”. Aunque su victoria en Corvin es incontestable, si las unidades de veteranos no se desbandan, tarde o temprano atraerán la atención del Ordo Hereticus y de los rivales políticos de Hus.
- Si la posguerra en Corvin es territorio de aventuras para la Inquisición, la invasión en sí misma se presta a partidas de corte militar. Inserciones de los Guardianes de la Muerte [Deathwatch en el original] tras las líneas enemigas o guardias imperiales luchando por su vida entre las ruinas infernales de Corvogrado son posibles escenarios. O los Mil días podrían figurar como un elemento de trasfondo: un miliciano de Corvin, con experiencia en la lucha contra el Caos, sería un buen recluta para la Inquisición, y los Guardianes de la Tormenta (o el capítulo que prefieras) cuentan la liberación de Corvin entre sus honores de batalla.
- Dándole la vuelta a algunos de los escenarios anteriores, ¿y si los PJ fueran seguidores de Imzar Al-Kassar tratando de completar un gran ritual en Corvin antes de que las fuerzas imperiales puedan impedírselo? Puede que toda la invasión sea sólo una tapadera para los verdaderos objetivos de los herejes.
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