En 1943, pocos días antes de la caída de Stalingrado, el general alemán Von Paulus encargó a un soldado de su guardia personal, Alexander Koenig, que atravesase el cerco para poner a salvo una valija con documentos de importancia vital para el Reich. Debido al secretismo de la misión, para todo el mundo Koenig sería simplemente un desertor. Tras la rendición, Von Paulus no volvió a mencionar aquellos documentos, que todavía eran esperados con impaciencia en Berlín. Koenig tuvo que esconderse de sus propios camaradas para evitar ser detenido y fusilado, y emprendió el camino en solitario hacia la capital alemana. A medida que se acercaba y la presencia de tropas se hacía mayor, se dio cuenta de que sería imposible cumplir su objetivo. Decidió entonces refugiarse en su ciudad natal, Beeskow, situada al sureste de la capital. Una patrulla lo hirió de muerte a pocos kilómetros, pero con sus últimas fuerzas llegó a su casa y confió el secreto y la valija de documentos a su hermano menor, Wilhem.
Wilhem Koenig mantuvo ocultos los documentos durante muchos años hasta que, acuciado por las deudas, viajó a Berlín con la intención de venderlos, junto con el uniforme, insignias y armas de su hermano. La valija, llena con mapas, fotos y documentos incomprensibles para él, pero con un indudable valor histórico, pasó así a un anticuario de Berlín (Günter Neumann), y de allí a uno italiano (Carlo Lazzari). Extendido el rumor del hallazgo entre los círculos ocultistas de toda Europa, se desató una carrera por los documentos en la que resultó vencedor la Biblioteca Vaticana, y su conservador el padre Piero De Luca.
Tras descifrar el código de los documentos, el Vaticano está estudiando mandar una expedición a la Antártida, pero todavía no se ha tomado ninguna decisión. Los expertos investigan quién podría haber establecido una colonia en un punto tan distante, y con un clima tan hostil.
Lo que no saben en el Vaticano, pero no tardarán en descubrir, es que se trata del puesto avanzado de una raza anterior a la humana, que visitó la Tierra hace miles de años. Las leyendas relacionan la ciudadela de la Antártida con la Atlántida, aunque nunca se ha podido demostrar esa conexión. Su desaparición bajo los hielos, así como la de la raza que la habitó, es un misterio.
Movimientos sísmicos acercaron las ruinas a la superficie a finales del siglo pasado e hicieron posible su avistamiento. Los rumores de su existencia llegaron a oídos del círculo ocultista de Adolf Hitler, que ordenó su búsqueda por todos los medios, pero no pudo completar su localización. Por Jkeats
El texto que vas a leer a continuación fue publicado originalmente en la revista digital Nosolorol. El autor ha accedido a la publicación en este medio, haciendo además uso de su prerrogativa para revisar el texto original.
La Valija: El contenido exacto de la valija son dos mapas antiguos, representando una ciudad y una costa con signos e inscripciones en cirílico, varias fotografías aéreas de bordes quemados, en las que aparentemente sólo se ve una planicie helada, y varios pliegos con grupos de letras sin orden aparente.
Cualquier entendido reconocerá sin problemas el código Enigma. El texto codificado informa de la posición exacta donde se tomaron las fotografías. Se trata de una zona de la costa antártica, sobrevolada en 1943 por un prototipo de avión espía de la Luftwaffe. Si se observa con detenimiento, una de las fotos muestra una sombras concéntricas bajo el hielo, que podrían ser restos de murallas.
El Comienzo de la Aventura
(La historia comienza en Londres, pero puede adaptarse al lugar de procedencia de los personajes sin problemas).
Un bufete de abogados de la ciudad en la que residan los personajes se pondrá en contacto con ellos, en grupo o por separado. Las oficinas están situadas en un impresionante edificio del centro de la ciudad, pero curiosamente, ni en la puerta ni en recepción hay indicador alguno del despacho de abogados. Sólo cuando los personajes suban al piso indicado, descubrirán una pequeña placa que identifica al bufete como “Oficina de Importaciones y Exportaciones”.
Después de esperar unos minutos en el recibidor (tiempo que puede aprovecharse para que los personajes se conozcan, si no acuden juntos) les harán pasar a un lujoso despacho. El abogado encargado de contratarles se presentará como James Ward, es algo arrogante pero se le ve muy profesional. Sin más preámbulos pasará a describirles la situación. Un cliente del bufete, del que no puede dar el nombre, está obsesionado por las antigüedades y objetos históricos, y desea recuperar la última valija de documentos que se supone salió de Stalingrado antes de la derrota alemana de 1943. Dicha valija nunca llegó a Berlín, aunque sí que se la sitúa en algún punto de Alemania. Su contenido nunca se ha llegado a conocer, aunque se supone de mucho valor, por dirigirse al Estado Mayor del III Reich, o incluso al propio Hitler. Como objeto histórico no tiene precio. Ward no dispone de más información que ésta, y no podrá responder a más preguntas. Sobre la razón de elegir a los personajes para esta misión, dirá que ha oído hablar de ellos y que por sus características forman el grupo perfecto para llevarla a cabo.
Ward les ofrecerá unos generosos honorarios por este trabajo (a discreción del Director de Juego), a pagar el 20% ahora y el resto al finalizarlo. Todos los gastos derivados de la investigación estarán pagados, y entregará una tarjeta de crédito para ello a los personajes. Los pagos a dicha tarjeta deben ser confirmados por el bufete y justificados, pero aun así tendrán bastante libertad.
Una vez los jugadores acepten el trabajo, Ward les entregará un sobre con el dinero, la tarjeta de crédito, el teléfono del bufete y el suyo para poder localizarle en cualquier momento. Además incluirá un resumen de lo que les ha explicado, que podrán consultar cuando deseen, pero que no añade nada nuevo. A partir de ese momento los personajes son libres para decidir lo que desean hacer. Mientras salen Ward les recuerda que no hay límite de tiempo para la investigación, pero el bufete se reserva el derecho de cancelar el acuerdo si no hay resultados pronto.
La Investigación
Para averiguar dónde se encuentra la valija, los personajes deberán determinar quién la sacó de Stalingrado. Una visita a la biblioteca y un poco de documentación les proporcionará algunas pistas. Descubrirán que fue el general Von Paulus quien rindió Stalingrado al Ejército Rojo, y que sus últimos despachos a Berlín salieron de la ciudad en los aviones de suministros que la abandonaban. Por lo que se sabe, nada de ese material se considera desaparecido, y no parece que la valija siguiese ese camino.
El único dato interesante es que un soldado de la guardia personal de Von Paulus, militar condecorado y hombre de confianza, desapareció pocos días antes de la caída de la ciudad. No volvió a saberse de él, y se le considera un desertor. Su nombre era Alexander Koenig.
Otras líneas de investigación pueden ser intentar averiguar qué documentos contenía la valija, o localizar a cualquiera que haya realizado compraventas de material de la II Guerra Mundial últimamente. Lo primero es imposible, porque nadie abrió el paquete nunca, y sólo Von Paulus y el destinatario conocían su contenido. Lo segundo puede tener más futuro. Si los jugadores dedican bastante tiempo, pueden rastrear, entre otros, a un tal Wilhem Koenig que contactó con varios anticuarios de Berlín hará unos meses con la intención de vender un lote de objetos. Si ya han encontrado la pista del soldado Alexander Koenig, se darán cuenta de que han dado en el clavo.
Para averiguar más datos sobre el soldado Alexander Koenig, consultando en los archivos históricos del ejército alemán, o sobre su hermano Wilhem (dependiendo de qué pista sigan) deberán viajar a Berlín.
En Alemania (Berlín)
(Sería interesante que alguno de los personajes supiese alemán, pero si no es así, se supone que se hacen entender chapurreando en inglés, aunque la información que obtengan será más escueta y menos detallada)
Al llegar a Berlín, si los investigadores hacen averiguaciones sobre Alexander Koenig en el archivo de la Biblioteca Estatal, descubrirán que nació en Beeskow, una turística ciudad al sureste de la capital. No consta dirección alguna. El registro menciona a su único hermano.
Si visitan a los tratantes de antigüedades, éstos recodarán perfectamente a Wilhem y su material, una valija, un uniforme en mal estado y varios objetos aparentemente pertenecientes a su hermano Alexander, destinado al frente ruso en la II Guerra Mundial. Ninguno de los anticuarios compró el lote, debido a su elevado precio, pero uno de ellos anotó su dirección por si más adelante podía hacer una oferta, lo que también les llevará a Beeskow.
En este punto, los investigadores pueden descubrir que les están siguiendo, aunque es bastante difícil notarlo, porque se trata de profesionales. Mientras se desplazan de Berlín a Beeskow, ya sea en taxi o en coche alquilado, varios coches se sitúan, alternando, delante, detrás, y en paralelo, sin repetirse ni exponerse demasiado a su vista. Si los perseguidores se dan cuenta de que han sido descubiertos, abandonarán rápidamente el lugar, dejando a los investigadores con la duda de si realmente estaban tras ellos. No es posible darles caza porque conocen mejor la zona. Se trata de guardias de élite del más importante círculo ocultista alemán, heredero del que rodeaba a Adolf Hitler: el Eisenschädel o Hermandad del Cráneo de Hierro.
En Alemania (Beeskow)
Beeskow se encuentra a orillas del río Spree y fue fundada hace más de 500 años. Está a 90 Km. de Berlín y es un destino habitual para turistas, que visitan su casco antiguo, su iglesia y su castillo. Los investigadores encontrarán sin problema la casa de Wilhem Koenig, situada en las afueras. Es un anciano de 75 años, delgado y fibroso, con el pelo blanco y que camina encorvado. Es muy conocido en el pueblo.
Arisco y taciturno, Wilhem cambiará de humor en cuanto le mencionen a su hermano. Defenderá frente a cualquiera que Alexander no fue un desertor, al contrario, para él fue un héroe al que todos abandonaron en el último momento. Está avergonzado de haber vendido el uniforme, la valija y el resto de objetos, pero lo justificará diciendo que necesitaba el dinero para vivir, y que todo eso ya son cosas que pertenecen a un pasado muerto. Si le preguntan por el nombre del comprador, lo dará sin problemas: Günter Neumann, un tratante independiente (o más bien ilegal) de Berlín. De él solo tiene su teléfono.
Wilhem insistirá en que se queden a pasar la noche, prometiendo enseñarles a la mañana siguiente la tumba de su hermano y algunas medallas, que aún conserva. Los investigadores deben decidir si quedarse o seguir la investigación.
Si se van, al poco de iniciar el trayecto de vuelta a Berlín verán pasar en dirección a Beeskow una ambulancia y un coche de bomberos a toda velocidad. Si regresan, descubrirán a la policía tapando el cadáver de Wilhem recién sacado de su casa en llamas. Si consiguen examinar el cadáver, descubrirán que tiene signos de haber sido torturado.
Si se quedan, cae la noche y, tras una cena ligera, Wilhem les enseña la casa y les conduce a sus habitaciones. La casa tiene dos plantas, en la planta baja hay dos puertas, una frontal y una trasera. A los lados del pasillo que une ambas se encuentra la cocina, el salón, el baño y una despensa. Subiendo por unas escaleras adyacentes al pasillo se llega a la siguiente planta, con tres habitaciones, una grande y dos pequeñas con dos camas cada una, que será donde duerman los investigadores. Hay un acceso al desván por una escalera plegable, pero es pequeño y está lleno de telarañas y trastos inútiles. Allí guardaba Wilhem una maleta con las cosas de su hermano. Si los investigadores son demasiados, pueden dormir dos más en el sillón de salón de abajo, que se abre para convertirse en otra cama.
Pasada la medianoche, si alguien está despierto puede descubrir un movimiento en el exterior. Mirando con atención a través de las ventanas, descubrirá a un grupo de cuatro o cinco personas que se sitúan en torno a la casa, cubriendo las dos puertas. Si se dan cuenta de que han sido descubiertos o alguien sale al exterior, encienden a la vez sus linternas y dan el alto. Son hombres de la Hermandad del Cráneo de Hierro, que sospechan que Wilhem sabe algo, y vienen a por él. No esperaban a los investigadores, pero no les preocupa.
Si no hay ningún investigador despierto y nadie les descubre en el exterior, intentaran forzar las puertas y llegar a las habitaciones para encañonar a los durmientes, reduciendo a los investigadores sin violencia si es posible. Es fácil que sean descubiertos, porque aunque el trabajo de ganzúa es silencioso, el suelo de la casa es de madera y cruje bajo el peso de las botas de los asaltantes.
Si el asalto tiene éxito y los investigadores se rinden, los sicarios se llevan a Wilhem y dejan al resto atados en la despensa. Al poco tiempo empieza a oler a quemado, han prendido fuego a la casa. Requiere algo de habilidad que los investigadores se suelten de sus ataduras, y cuando lo hagan tendrán que salir del edificio, totalmente en llamas. En el exterior encontrarán a Wilhem con señales de tortura y muerto de un balazo. A lo lejos se oyen sirenas. Entenderán que si se quedan, ellos serán los primeros sospechosos, así que su única opción es huir.
Por el contrario si los asaltantes son descubiertos, en cualquier momento puede organizarse un tiroteo. En un descuido, Wilhem aparecerá abriendo fuego, por la ventana o a cualquier sicario que se encuentre en el pasillo, con su escopeta de caza. Los hombres del Cráneo sólo llevan armas cortas, y preferirán retirarse si tienen más de una baja, pero su objetivo es Wilhem e intentarán por todos los medios capturarle, si es necesario hiriéndole. Si temen que alguien se atrinchere en el desván, o se ven muy superados, uno de los hombres del Cráneo que se haya quedado en el exterior realizará rápidamente una invocación y un Servidor Menor (ver descripción) aparecerá en el tejado y entrará por la claraboya.
Hombres de La Hemandad del Cráneo de Hierro: Forman parte de un círculo ocultista derivado del que rodeaba a Hitler. Son la guardia de élite y se encargan del trabajo “sucio”. Visten de paisano, pero se les puede reconocer por su complexión fuerte, y sus rasgos del norte de Europa. La mayoría son altos y rubios, siguiendo el prototipo ario.
Normalmente van equipados con armas cortas y cuchillos, aunque en ocasiones especiales pueden utilizar armas automáticas. Cada comando está formado por cuatro o cinco miembros, uno de los cuales tiene conocimientos de magia para poder servir de apoyo al resto en momentos críticos.
FUERZA:15 CONSTITUCIÓN:14 COORDINACIÓN:16 RAPIDEZ:14 INTELIGENCIA:12 PERCEPCIÓN:12 (60%) PERSONALIDAD:11 ASPECTO:12
Puntos de Vida:70 Shock:70%
Artes Marciales:50% Armas Tipo Cuchillo:65% Esquivar:60% Armas de Fuego Cortas:70% Atletismo:60% Sigilo:45% Conducir (Coche):50% Seguridad:60% Supervivencia:50% Ocultismo:30% *Invocar Servidor Menor: 50%
Blindaje: No
Armas: Beretta 92F, Glock 17, Cuchillo
Servidor Menor (Criatura Invocada): Esta criatura tiene un aspecto marcadamente animal, aunque camina sobre dos patas. Su parte inferior es parecida a la de una cabra, aunque su cuerpo no está cubierto por pelo, sino por escamas. La parte superior recuerda a un torso humano, excepto en que los brazos terminan en garras afiladas. La cabeza también recuerda a la de una cabra, con dos afilados cuernos proyectándose hacia atrás, pero su morro es recio y picudo.
No es una criatura de este plano de existencia, y desaparecerá cuando haya cumplido la misión para la que fue llamada. Lee dicha misión de la mente del hechicero que realizó la invocación, si éste fallece, queda liberada y desaparece.
FUERZA:18 CONSTITUCIÓN:15 COORDINACIÓN:15 RAPIDEZ:18 INTELIGENCIA:12 PERCEPCIÓN:15 (75%)
Puntos de Vida:75 Shock:75%
Garra: 70%(FUE+10) Mordedura: 70%(FUE+20) Esquivar: 70%
Blindaje: 15
Si los investigadores vencen el enfrentamiento, haciendo huir a los hombres del Cráneo o acabando con ellos, Wilhem les pedirá que le trasladen a un lugar seguro, la casa de un amigo en el otro extremo del pueblo. Se mostrará arrepentido de haber vendido el legado de su hermano Alexander y haber provocado tanta violencia. Se despedirá de ellos recordándoles que no deben tardar en visitar al anticuario Günter Neumann para recuperar la valija. Para ayudarles les entregará una de las pocas cosas que conservó de su hermano: una daga ritual de las SS, envuelta en un paquete de cuero (que él no abre).
Daga Ritual de las SS: Es una daga de doble filo, con la empuñadura en negro y un águila grabada. Cerca del pomo puede verse el emblema de las SS, y en la hoja está grabado "Meine Ehre heist Treue", traducido “Mi Honor es mi Lealtad”.
Envuelta en un paquete de cuero, al abrirlo todos los presentes notarán un escalofrío, como si la temperatura en la habitación hubiese bajado repentinamente. La daga perteneció a Alexander Koenig y su espíritu se encuentra atado a ella. Los investigadores no lo saben, pero al mostrarla a la luz se ha iniciado el proceso de invocación que acabará por traerle de vuelta al plano material en unos días.
Otra característica de la daga es que permite dañar normalmente a seres mágicos o protegidos por magia.
En Alemania (Berlín) (II)
Los investigadores deben volver a Berlín para localizar a Neumann. Wilhem se citó con él en una cafetería, así que no puede proporcionarles ningún método directo de contacto, pero sí un teléfono donde les saldrá un contestador. Si dejan un teléfono Neumann les llamará para saber qué están buscando, o qué ofrecen. Si intentan concertar directamente una cita, no aceptará, ya que sabe que hay gente con no muy buenas intenciones buscándole. Pueden intentar persuadirle, sobornarle o engañarle. Ofrecerle la Daga Ritual despertara inmediatamente su interés. Les dará la dirección de un concurrido café de Berlín, el Café Kranzler, esa misma tarde.
Repleto de turistas, el Kranzler ofrece la seguridad que Neumann necesita. En cuanto vea llegar a los investigadores desconfiará, pero se quedará porque no cree que intenten nada amenazador en un sitio público. Les hará señas para que se acerquen. Con problemas de sobrepeso, casi calvo, con gafas redondas y perilla, Neumann tiene un maletín sobre las rodillas en el que guarda su portátil con los datos de todas las transacciones y un revolver del .38. Responderá a las preguntas que se le hagan, pero de forma escueta y con evasivas.
Ha vendido la valija a otro coleccionista, pero exigirá un pago para darles su nombre. Quiere conseguir la Daga, pero aceptará otros objetos de la II Guerra Mundial (los investigadores pueden recordar que Wilhem todavía guarda las medallas de su hermano). Si intentan sobornarle no cederá por menos de 50.000 euros, una cantidad imposible. La opción mas improbable es que intenten persuadirle, pero será muy difícil y requerirá que le cuenten toda la verdad de su misión. El riesgo de hacerlo es que Neumann puede volverse codicioso e intentar recuperar la valija por su cuenta, dando información falsa a los investigadores, o lo que es peor, sabiendo cual va a ser su siguiente paso, vender la información al mejor postor para que caigan en una trampa.
De una forma u otra, los investigadores averiguarán por Neumann que después de recibir muchas ofertas de toda Europa (el rumor de la existencia de la valija se ha extendido a gran velocidad), la mejor partió de un italiano, residente en Roma, Carlo Lazzari, y él es su dueño actualmente. No dará más datos.
Viajando a Roma
Los investigadores pueden elegir varios métodos para viajar a Roma, por avión, por tren o por carretera. Pueden decidir el avión por el ahorro de tiempo, pero se arriesgan a ser localizados en el aeropuerto (las probabilidades son altas). Si son descubiertos, tendrán la sensación de que les están siguiendo, nada más llegar a Roma, pero nunca verán claramente a nadie.
Por carretera o tren, atravesando Austria o Suiza, el viaje es mucho más largo (se pueden tardar un par de días) pero prácticamente anónimo,. Es más fácil cruzar clandestinamente la frontera por Austria.
En Italia (Roma)
Carlo Lazzari es un conocido anticuario y coleccionista romano, muy fácil de localizar. Tiene una impresionante tienda en el centro de la ciudad, abarrotada de todo tipo de esculturas, jarrones, tapices, arcones... . La gente “importante” de Roma se acerca para elegir piezas con las que decorar sus hogares, sin importarles que puedan costar cientos de miles de euros.
Los investigadores pueden encontrar a Lazzari en su propia tienda, porque le encanta estar de cara al público. Alto, delgado y de facciones nobles, siempre va vestido con un impecable traje blanco y corbata de seda negra. Rondará los cincuenta, aunque alguien que se fije en los detalles puede descubrir que sus dedos, tremendamente esqueléticos, son más propios de una persona anciana. Obviamente, no saludará a nadie con un apretón de manos, aunque se lo ofrezcan.
El señor Lazzari atenderá sin problemas a cualquiera que desee hacerle preguntas, pero declarará que desconoce la valija de la que le hablan. Los intentos de persuadirle no darán resultado, ni nada de lo que puedan ofrecerle.
No les quedará más remedio que abandonar la tienda. Es posible que el último en salir vea a Lazzari dirigiéndose a la trastienda mientras hace una llamada por el teléfono móvil. Si se quedan observando por los alrededores, o simplemente discutiendo su próximo paso, pueden ver a un niño que se acerca en bicicleta a la puerta, recoge un sobre de manos del propio Lazzari y sale a toda velocidad entre el tráfico. Es difícil seguirle, pero si le pierden pueden preguntar, y de una forma u otra, llegarán a las puertas de la Ciudad del Vaticano.
En el caso de que no vean al niño, y por tanto se hayan quedado sin pistas, investigar sobre el anticuario les dará algunos datos valiosos. Descubrirán que Carlo Lazzari es uno de los intermediarios habituales de la Iglesia, encargado de recuperar obras de arte religioso perdidas, y otros objetos. Lo que puede sorprenderles más es que también es conocido en los círculos ocultistas y en los bajos fondos de la ciudad, donde se rumorea que su último “golpe” le ha valido un pago de varios millones de euros, por un lote de la II Guerra Mundial.
En este punto los investigadores ya deben haber deducido que la valija se encuentra en la Ciudad del Vaticano.
En Italia (Ciudad del Vaticano)
El Vaticano es un recinto amurallado que alberga el Palacio, la Plaza de San Pedro, la Basílica, museos (un gran número de ellos, con obras de arte de valor incalculable), jardines y la Biblioteca, entre otros edificios. Italia se encarga de garantizar la seguridad de la ciudad, pero en el interior, es la Guardia Suiza la que patrulla fuertemente armada. Con todos los accesos vigilados tan estrechamente, para cualquiera sería una locura intentar colarse.
En las horas de visita, se puede acceder con bastante libertad a los museos, pero eso sí, tras esperar horas y horas de cola. Los guías les contarán anécdotas sobre el Vaticano, su extensión, sus habitantes (menos de mil, normalmente) y detalles curiosos como que varios edificios de Roma forman parte de la Ciudad del Vaticano aunque no se encuentren entre sus murallas. Cuando lleguen a la Biblioteca Vaticana, situada entre los dos museos más importantes, el guía les hablará de la importante documentación que se guarda en ella, y mencionará también la existencia del “Archivo Secreto” donde se almacenan libros de contenido “especial” que la Iglesia quiere tener a buen recaudo. Por si alguno de los investigadores lo pregunta, es casi imposible conseguir una cita para consultar los fondos de la biblioteca.
Otros datos que pueden interesarles son que la “ciudad” posee una cárcel secreta, y que para el reparto del correo existe una red de túneles subterráneos por la que circula un pequeño ferrocarril. Estos datos también los obtendrán si investigan por su cuenta en Roma, en las bibliotecas o preguntando a gente trabaje allí.
Con los datos obtenidos, deben darse cuenta ya de que acceder con engaños al interior del Vaticano (disfrazados de turistas, o suplantando a alguien que visite la biblioteca con cita previa) es imposible. Si lo intentan, serán descubiertos y se les amonestará y deberán dar explicaciones a la policía, aunque pueden convencerles de que todo ha sido un malentendido. Si reinciden, serán detenidos.
Su única opción es colarse en los subterráneos de la ciudad. Si no llegan a esa conclusión por sí mismos, pueden dar con planos del alcantarillado romano, un laberinto que conecta en algunos puntos con antiguas catacumbas, y éstas a su vez con los túneles del transporte de correo del Vaticano (aunque esto es más una suposición, y deberían investigarlo sobre el terreno).
Mientras investigan sobre el Vaticano, les llegará la información, por la radio o los periódicos, de que Carlo Lazzari, el famoso anticuario, ha sido secuestrado. Se sospecha de la mafia, con la que la policía sabe que tenía tratos, pero los testigos afirman haber visto a un grupo de hombres, que no parecían italianos, introducir al señor Lazzari en un coche negro y alejarse. Si se investiga más, la descripción (altos y rubios, con corte de pelo al estilo militar) puede hacer suponer a los investigadores que se trata de los hombres de la Hermandad del Cráneo de Hierro, y están en lo cierto. Su intención es que Lazzari haga de intermediario con la Iglesia y canjearle a él por la valija.
Si los investigadores intentan rescatar a Lazzari, no sabrán por dónde empezar a buscarle, y no habrá pistas. Nadie, ni la policía ni nadie de la Iglesia con quien intenten hablar les escuchará, y tienen que darse cuenta de que ahora entrar en el Vaticano es una carrera contra el tiempo.
En Italia (Alcantarillas de Roma / Catacumbas)
Con los mapas adecuados, es muy sencillo acceder a un colector principal del alcantarillado de Roma, y de ahí a la red principal. La altura de los pasajes es suficientemente grande como para caminar sin tener que agacharse demasiado. En algunos puntos el camino queda bloqueado por grandes piscinas de agua, los depósitos para tormentas. Si los investigadores no han llevado equipo adecuado, como linternas, cascos, botas, monos, guantes y cuerdas, les será difícil avanzar, o hasta imposible, porque para pasar a los diferentes niveles de canales a veces habrá que realizar pequeñas escaladas, o nadar. Hay ratas, que en su mayoría huyen de la luz, pero algunas son agresivas y pueden llegar a dar algún problema.
En esta zona no hay vigilancia, aunque pueden encontrarse con algún pocero al que tendrán que convencer de que trabajan allí o están haciendo una inspección rutinaria.
El paso a las catacumbas es un antiguo arco romano, situado en un lateral por encima de nivel del agua, y se encuentra tapiado con ladrillos. Si no han llevado palas y picos, deberán volver a buscarlos, porque es imposible tirar el muro con las manos desnudas. Pueden improvisar herramientas con lo que encuentren en las alcantarillas, pero entonces despejar el camino les llevará bastante más tiempo.
Cuando estén en las catacumbas, los mapas no les servirán de mucho. Cualquiera con nociones de orientación o supervivencia intuirá que la estructura de las galerías es radial, y que su mejor opción es dirigirse al centro, para luego buscar la dirección del Vaticano. Una brújula les ayudaría.
Mientras recorren las catacumbas, pueden escuchar a lo lejos arrastrar de pasos, y ruidos guturales. A medida que avancen, verán que alguien ha colocado candiles de aceite en las paredes, y hay rastros de pisadas en el polvoriento suelo. Cuando lleguen al centro encontrarán una antigua cámara, que podría haber sido un osario, con nichos excavados en la pared y un sarcófago derruido en el centro. Todo se encuentra en un estado ruinoso, y los huesos se apilan desordenadamente, casi cubriéndolo todo. En el centro de la estancia, sentado sobre la pila de restos, verán una figura deforme, cubierta con harapos. Se trata de Salvatore.
Salvatore: La gente de la ciudad, sobre todo los más ancianos y los que alguna vez han trabajado en el subsuelo, hablan de él, aunque nadie le ha visto nunca con claridad. Si alguien tiene curiosidad, puede rastrear su pasado y descubrirá que ya se le menciona en crónicas de la Edad Media, e incluso mucho antes. Aparentemente, un accidente partió su espalda, convirtiéndole en un ser voluminoso pero deforme. Camina encorvado, con movimientos simiescos, arrastrando los brazos. Su cara está cubierta de cicatrices, en algunas partes causadas por el fuego. Su inteligencia es la de un niño, pero tiene destellos de genialidad. Es amistoso pero desconfiado.
Por alguna razón desconocida, y que ni siquiera él mismo puede explicar, Salvatore no envejece. Puede sufrir daño y morir por las heridas como cualquier persona, pero mientras eso no ocurra, es virtualmente inmortal. Si se le pregunta, enseña una cruz hecha con dos palitos de madera y dice: “Bendito, bendito”.
FUE:20 CON:18 COO:18 RAP:14 INT:9/17 PERC:15 (75%) PERS:16 ASP:7Puntos de Vida: 90 Shock: 90%Cuerpo a Cuerpo:90% Esquivar:80% Atletismo:80% Sigilo:85% Supervivencia:75%Blindaje: NoArmas: Puñetazo(FUE), Patada(FUE+2)
Si resulta atacado, Salvatore huirá a toda velocidad por las catacumbas. Son su hogar, y puede despistar sin problemas a los investigadores, para luego tenderles una emboscada. Pero si se le trata de forma amistosa y se habla con él, estará contento de charlar, en su entrecortada mezcla de italiano y latín, porque hace mucho tiempo que no tiene compañía. Si nadie en el grupo es capaz de entender su idioma, Salvatore les escuchará hablar durante unos minutos y luego, para sorpresa de todos, será capaz de chapurrear preguntas y respuestas simple en el idioma de los investigadores.
Cuando le pregunten por el acceso a los túneles, tomará de la mano al investigador que se lo haya dicho y le conducirá sin dudarlo. Al cabo de un rato, darán con otra pared de ladrillos, y por un agujero verán las vías y la iluminación del ferrocarril que lleva el correo por todo el Vaticano. Tirar la pared requiere más discreción, porque demasiado ruido podría alertar a las patrullas.
Salvatore no abandonará las catacumbas por mucho que se lo pidan, pero si le han tratado bien, y no se han burlado de él, se despedirá estrechándoles las manos y abrazándoles, y diciendo: “Amigos, amigos”. Luego desaparecerá en la oscuridad.
En Italia (Ciudad del Vaticano) (II)
El acceso a las vías se encuentra cerca de unas escaleras empotradas en la pared, con un rótulo sobre ellas que indica “Basílica de San Pedro” en italiano. Más adelante puede verse una bifurcación, con dos indicadores “Museos” y “Palacio”. Los investigadores pueden moverse con libertad ya que en el interior de los túneles no hay vigilancia. Eso sí, cada cierto tiempo escucharán la máquina del tren en miniatura que lleva las sacas de correo aproximarse, y deberán esconderse. Por suerte hay nichos de seguridad cada pocos metros. Una vez lleguen a la vía de los museos, no les será difícil encontrar unas escaleras marcadas como “Biblioteca”.
En lo alto de las escaleras hay una puerta metálica cerrada, y una buena inspección revelará que está conectada a un sencillo circuito de seguridad. No es complicado desactivarlo y forzarla. Aquí no hay cámaras de seguridad.
La escalera continúa hasta otra puerta, ésta sin cerradura. Al cruzarla los investigadores se encontrarán en la escalera de incendios de la biblioteca, y frente a ellos tendrán lo que parece ser el acceso a la secretaría. Allí se encuentran las sacas de correo. En un panel lateral, hay una descripción de los pisos. Ellos se encuentran el el 0, Secretaría y Tramitaciones. El 1,2 y 3 están marcados como Fondos Documentales, y el 4, Archivo y Despachos.
En cualquier momento pueden aparecer dos guardias suizos haciendo la ronda. En primer lugar se oye el sonido de sus botas militares y luego a ellos hablando animadamente en italiano. Investigarán cualquier cosa sospechosa, como puertas abiertas, manchas en el suelo o sonidos extraños. Si creen que alguien ha entrado en el recinto, activarán la alarma silenciosa y a la biblioteca acudirán refuerzos. Por suerte para los investigadores, los pisos de los Fondos Documentales son laberintos de estanterías, y es fácil esconderse en ellos. La Secretaría y el Archivo son malas elecciones, porque siempre hay gente trabajando, incluso de noche.
Guardias Suizos: La Guardia Suiza tiene una gran tradición en la protección del Vaticano, y han demostrado durante cientos de años su valor y entrega. Su aspecto habitual, con el traje a franjas que les diseñó Miguel Angel y las alabardas, es engañoso. Todos los guardias son expertos en lucha cuerpo a cuerpo y armas de fuego. Bajo su atuendo, los guardias de las puertas llevan aerosoles de pimienta, y desde el grado de sargento, una pistola (e incluso granadas).
En el interior del recinto, el trabajo de la Guardia Suiza es muy diferente. Vestidos con ropa militar negra, realizan patrullas para proteger las obras de arte y el inmenso tesoro vaticano. Están equipados con armas cortas y automáticas, pero preferirán no tener que recurrir a ellas.
FUE:15 CON:16 COO:15 RAP:16 INT:14 PERC:15 (75%) PERS:12 ASP:12
Puntos de Vida: 80 Shock: 80%
Artes Marciales:70% Armas Tipo Cuchillo:60% Armas de Asta:60% Esquivar:70% Armas de Fuego Cortas:75% Atletismo:65% Primeros Auxilios:50% Conducir Coche: 60%
Blindaje: Chaleco Antibalas Ligero
Armas: Beretta 92F, Cuchillo, Alabarda (Guardias en traje clásico), H&K MP5
Inspeccionando los Fondos Documentales, verán que todos son iguales, libros y más libros, ninguno especialmente valioso. No encontrarán ninguna pista en los tres pisos. Cuando lleguen al cuarto, verán que en él no hay estanterías, sino grandes mesas de estudio, y una caja fuerte que sería la envidia de cualquier banco. El único ocupante de la sala es un viejo sacerdote canoso y con barba, que se inclina para observar unas fotografías con un monóculo de aumento. Sobre la mesa verán una valija de cuero, con el águila imperial alemana y una esvástica. Es lo que estaban buscando.
Cualquiera que haya investigado sobre la Biblioteca Vaticana reconocerá al sacerdote como Piero De Luca, el conservador. Si les descubre, les identificará automáticamente como intrusos, porque conoce de memoria a todos los que trabajan en el edificio. Se levantará de un salto y correrá a pulsar una alarma en un lateral de la habitación. Luego volverá a recoger los documentos, intentando escapar por el extremo opuesto al que se encuentren los investigadores.
En pocos minutos, el edificio se llenará de guardias suizos, y la única opción será escapar, o arriesgarse a ser arrestados. Si en cuanto suena la alarma huyen escaleras abajo, podrán hacer el camino de vuelta por los túneles y las catacumbas antes de que les cierren el paso. Si intentan perseguir al padre De Luca, le darán caza en las escaleras de incendios de la parte opuesta, porque se trata de un hombre mayor que no se mueve demasiado rápido. Pueden arrebatarle la valija, pero un grupo de media docena de guardias suizos se interpondrá en su camino a los túneles.
Ese es el peor de los casos. En el mejor, el padre De Luca no les descubrirá, y si esperan lo suficiente, podrán aprovechar a que él salga de la habitación para tomar los documentos y huir. Si no aprovechan ese momento, al volver De Luca abrirá la caja fuerte y dejará los papeles en una mesa en el interior. Luego la cerrará y se marchará. Es posible sorprenderle mientras está abriendo la cámara o en su interior, el trabajo será menos limpio pero también podrán llevarse los papeles sin que suene la alarma, al menos de momento. Para los codiciosos, la cámara acorazada está llena de cajas de seguridad con cerradura, en abrir una se pueden perder cinco minutos muy valiosos... y nada garantiza que el contenido sea interesante, ni siquiera que haya nada dentro.
La Huída
Si los investigadores han conseguido la valija y se encaminan de vuelta a los túneles, tendrán cinco minutos de ventaja (aproximadamente hasta la entrada al ferrocarril del correo). Después sonará la alarma, ya sea activada por el padre De Luca o por los guardias suizos que descubren el robo. La ventaja es suficiente como para llegar a las catacumbas, pero los guardias les pisarán los talones. Si al cruzar las catacumbas conocieron a Salvatore y se hicieron amigos suyos, él se encargará de entretener a los guardias, con lo que los investigadores podrán llegar sin problemas a las alcantarillas. Si por el contrario le atacaron o se enemistaron con él, los guardias les alcanzarán en las catacumbas y les darán el alto. Si no se detienen, abrirán fuego.
Cuando escapen de las catacumbas, es fácil que despisten a los guardias en la maraña de túneles y colectores de las alcantarillas. Si vuelven sobre sus pasos y salen por donde entraron, descubrirán que los hombres del Cráneo de Hierro les siguieron y le están esperando. Están nerviosos porque la sirenas del Vaticano han empezado a sonar, y aunque difícil, es posible escucharles susurrar en alemán, con lo que los investigadores pueden evitar la emboscada. Aunque nadie se de cuenta, el primero que suba por la escalera para salir de las alcantarillas sí que notará fácilmente que algo extraño pasa, ya sea porque la tapa de la alcantarilla no está en su sitio, o escuche una respiración al otro lado.
Cuando salgan a la calle, por ese sitio o por otro, se encontrarán con toda la ciudad en estado de alerta, con sirenas, perros y coches de policía cruzando las calles con las sirenas a todo volumen. Los investigadores deberán aprovechar el caos para esconderse y desaparecer.
Conclusión (Un nuevo comienzo)
Pasarán unos días antes de que los investigadores reciban noticias de nadie. La presión de la policía es constante, y no es recomendable que llamen la atención. En el tiempo que estén escondidos pueden investigar la valija y descifrar su contenido. En los periódicos, aparte del robo en el Vaticano, del que no se dan muchos datos, la noticia es que Lazzari es liberado tras pagar un importante rescate, pero no hay señal de sus secuestradores.
Finalmente, el bufete de abogados que les contrató se pondrá en contacto con ellos, si no han tomado la iniciativa de llamar ellos para comunicar que el trabajo está hecho. En el bufete han sospechado de los acontecimientos en Italia, y quieren confirmar qué ha ocurrido. No les interesan los detalles, sólo que la valija esté a salvo. Están dispuestos a mandar un avión privado que les saque de Roma. Es una oferta que no pueden rechazar, sobre todo si quieren recibir la recompensa por la misión.
En el mismo avión, un jet privado sin enseñas de identificación, varios expertos examinarán la valija. Tras comunicar sus conclusiones al señor Ward, que también viaja con ellos, éste les ofrecerá tomar parte en otra misión... pero eso ya es otra historia.
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