jueves, 7 de mayo de 2015

Milagros de Ablaneda: Semillas de aventura (Parte 3 y final)

Y llegamos a la última entrega de esta serie. Para mí ha sido un viaje largo y extraño, como todos los que siguen los caminos de Ablaneda, espero que me hayáis acompañado con gusto.

Para llenar los veinticinco milagros de Gonzalo de Berceo esta parte final tiene nueve en lugar de los ocho acostumbrados. De nada. Por Kha (9 de marzo 2012)

Os recordamos [la primera parte] y la [segunda parte]


XVII La iglesia profanada

Hay un hombre en la Ronda cubierto de quemaduras y heridas solo sanadas a medias que gusta de contar esta historia a todo el que le preste un oído.

Él, junto a otros dos malhadados, años ha que deseabar muerte a su vecino, pero no encontraban la oportunidad de sacarle el alma del cuerpo. Una noche mientras volvía de su labor, los tres le emboscaron en el camino con sendos cuchillos. El desgraciado huyó y ellos le persiguieron hasta el interior de una iglesia y bajo la santa imagen de la Gloriosa acabaron con su vida.

La Virgen, airada por la profanación, envió sobre ellos las llamas de todos los Infiernos, que empezaron a herirlos sin consumirlos. Ante tamaño dolor, los criminales se lanzaron a los pies del altar y rogaron clemencia por su acción. La Señora, que es misericordiosa, detuvo las llamas antes de que fueran consumidos por ellas, pero las llagas permanecieron y sus miembros quedaron horriblemente dañados.

Al despuntar el alba los encontraron en la santa casa con el muerto y fueron condenados, por lo que él eligió la Ronda. Además, como penitencia, el clérigo que oyó su pecado homicida le mandó llevar siempre consigo el arma con la que había segado la vida del inocente.

Y el rondero siempre termina este relato mostrando el cuchillo que siempre lleva encima. Un cuchillo cubierto de sangre seca imposible de limpiar.

XVIII Los judíos de Toledo

Una turba sañuda, bien provista de antorchas y armadas con lo que han podido encontrar, se agolpa a las puertas de la judería de Yerbosera. Los encabeza el Arcipreste de la ciudad y parece dispuesto a cualquier cosa.

Es el día de la asunción de María y recorre la ciudad una fastuosa procesión en honor de la Gloriosa, pero estando el Arcipreste en lo más encendido del oficio se desmaya por unos instantes. Al recuperar la conciencia afirma que la Madre le ha hablado y le ha dicho que los judíos están repitiendo el mal que hicieron a su hijo en una imagen de cera y ha ordenado a todos los buenos cristianos que vayan a la judería, busquen en las casas de los rabís la infamia y castiguen a los culpables y todos los que se interpongan en su camino.

En cambio el Concejo de la ciudad, a quien le trae más cuenta estar en buenos tratos con algunos influyentes judíos que con un arcipreste probablemente enloquecido, ha dado orden a todos sus efectivos de que hagan lo posible por sofocar los alborotos y eso incluye a la Ronda.

¿Será la turba capaz de entrar en el barrio judío? ¿Respetarán a los ronderos, cristianos como ellos? ¿Será cierta la afrenta de los judíos o solo una invención del clérigo? Y, de ser cierta, ¿a qué autoridad atenderán los ronderos? ¿El cielo o los hombres?

XIX Un parto maravilloso

Una fuerte crecida del Naveo ha hecho que el caudaloso río se desborde. Las aguas han empezado a anegar las tierras del Cenizal, que ya de por sí son propensas a las inundaciones, y amenazan con acabar con aldeas enteras. Los capaces ya han huido a refugiarse a las montañas mientras pasa la ira del río, pero en el temor primero que se les sobrepuso dejaron atrás a niños, ancianos, mujeres embarazadas, enfermos... y el miedo a las aguas no les permite más que quedarse donde están rezando por que la Santa Madre les valga.

Pero quién va a tener que valerles es la Ronda, que ha sido rápidamente movilizada para salvar a esas personas y los bienes materiales que se puedan, que siempre hacen la vida más llevadera aunque no se tenga casa. Pero el agua sube por momentos y en algunos poblados ya no se puede entrar si no es en barca. Y en el río se ocultan criaturas que encuentran apetecible la nueva extensión de sus dominios y se ven atraídos por los cadáveres de los que ya no tienen salvación.

Puede que la Ronda se encuentre con alguno de esos monstruos u otro inesperado. Puede que hallen mujeres a punto de dar a luz o niños enfermos. Puede que se topen con saqueadores tan humanos como ellos que aprovechan el caos para llevarse lo que pueden...

Además es probable que todo esto sea debido a una desgraciada y azarosa catástrofe natural, pero, ¿y si hay algo más oscuro? ¿Puede que algo se mueva en los manantiales del Naveo haciéndolos más fecundos? ¿Que sea obra del Maligno y sus siervos para sembrar el desorden en tierras de Ablaneda? ¿O quizá su origen es tan remoto como el corazón del Bosque, donde Rivus trama sus planes contra su esposa?



XX El clérigo embriagado

Hace ya una semana que no se tienen nuevas del monasterio de Santo Tomás. Los monjes no han bajado como es su costumbre a las aldeas para avituallarse y los pueblerinos están preocupados, pero no tanto como para subir ellos mismos a ver qué cosas horribles pueden haber acontecido en el convento y prefieren enviar a una providencial patrulla de la Ronda que pasaba por ahí.

Si los ronderos por propia voluntad o empujados por su superior van hasta el santo lugar descubrirán lo que acontece a los monjes. Día y noche los persiguen animales terribles y monstruos de los que, en el último momento, son salvados por la Virgen o los Santos. Toros demoníacos, lobos enormes y leones se dan cita en el lugar. El único problema es que los ronderos no los ven. Solo ven a los hombres santos del lugar corriendo de un lugar a otro aterrados, revolcándose por el suelo, desmayados o agradeciendo con devoción a algo invisible su salvación.

¿Es que acaso una maldición del maligno pesa sobre el monasterio? ¿Es un engaño de duendes traviesos? ¿Un castigo de los cielos? ¿O puede que la razón sea más mundana como algún tipo de intoxicación? Sea lo que sea los ronderos tienen poco tiempo, pues ellos empiezan también a ver cosas terribles y ya no saben qué es real y qué no.

XXI La abadesa encinta

En las tierras húmedas de la laguna de Castro de la Reina, en las orillas cercanas a la ciudad, entre lodo y plantas acuáticas, los ronderos han encontrado algo de lo más insospechado en tal lugar: una mujer embarazada. Hállanla rezando con fervor, pidiendo a la Madre que la libre de este mal que la acomete.

Aunque al principio se muestre asustada, no será difícil de tranquilizar y contará a los hombres de la Ronda cuál es su pesar: no se trata sino de la abadesa del convento de las hermanas de Castro de la Reina que, errada, pisó una hierba mal enconada y viose embargada y encinta. Ahora, temiendo las lenguas traidoras de sus hermanas y la ira del Obispo, ha huido del convento y la ciudad, pero en su ya avanzado estado no ha logrado llegar más lejos. El parto es inminente.

Mas sabe, discreto lector, que no es metáfora la hierba enconada ni la abadesa faltó a sus votos. Una planta mal parecida y cargada de espinas creció en el muro del convento. La abadesa, temiendo que pudiese dañarlo, la arrancó. Pero en ese acto no pudo evitar que las espinas se clavasen en sus blancas manos y el veneno llegase hasta su matriz, donde empezó a engendrarse un monstruo.

O al menos eso contará la pobre monja cuando dé a luz a un terrible sapo, cuya piel se haya cubierta de ponzoña y sus ojos brillan con el fuego de los infiernos. ¿Puede ser que la abadesa sí cayese en la cópula más no con un simple mortal? ¿Quizá fue intencionado, igual que el hallarse en esas tierras pantanosas?

XXII El náufrago salvado

Remontando el agitado Naveo desde los Valles de las Minas hasta Yerbosera, una barquichuela cargada de mineral de hierro volcó arrojando su carga y tripulantes por la borda. Los demás miembros de la flotilla lamentábanse de la mala fortuna de los que ya daban por ahogados, pues el río es profundo y la barca se había dado totalmente la vuelta, lo que probablemente les impediría salir del agua. Amén de que no es común en Ablaneda el saber nadar.

Tamaña fue su sorpresa y grande su espanto cuando vieron a uno de los tripulantes de la barca hundida emerger ileso de las aguas, aunque empapado. Pero lo que sin duda llamó su atención fue la historia que contaba.

Al hundirse había bajado hasta el lecho del río, donde se había encontrado con una sierpe de dos cabezas. Pero en lugar de devorarlo, había permitido que se agarrase a sus escamas y lo había arrastrado a una sima profunda donde había un hermosísimo palacio de cristal. Allí había estado siete años, habitando con las janas del lugar, yaciendo con ellas, comiendo los manjares más exquisitos, mas no le estaba permitido tocar los muchos tesoros que se ocultaban en las cámaras del palacio. En el momento en que tocó una sola moneda, una fuerte corriente lo arrastró a la superficie donde se halla ahora. Él se sintió consternado por saber que solo habían pasado unos minutos y sus compañeros apenas creían su historia. Mas el estupor de ellos fue mayúsculo cuando el náufrago extrajo de entre sus harapos un grueso disco de oro.

Siempre se ha creído que hay oro en las corrientes del Naveo, pero en esta ocasión parece haber confirmación formal. Muchos locos y desesperados bucean en el mismo lugar donde tuvo lugar el incidente o directamente se lanzan para hundirse sin remedio, en busca del hermoso palacio subacuático de las janas. Normalmente que una panda de lunáticos se suiciden en el río no importaría al Concejo de Yerbosera, pero sus actividades están interrumpiendo el normal tráfico de los cargamentos de hierro que llegan desde el sur y eso no lo van a permitir.

Que se ocupe la Ronda, ¿y quién sabe si los ronderos no están haciendo ya planes sobre qué hacer si encuentran ese palacio encantado?

XXIII La deuda pagada



Vivía en la gran ciudad de Yerbosera un rico burgués de todos querido, pues de cuanto tenía, la mayoría daba a los demás. Daba de comer a amigos, parientes y pobres. A todos prestaba dinero y a todos hacía regalos. Con tanta liviandad cuidaba su hacienda, que pronto se vio con necesidad.

Encontrándose en este trance acudió a la judería a ver a uno de los más ricos hebreos de la ciudad. Allí le pidió un préstamo que el judío se mostró dispuesto a darle, pero le exigía un aval. Ni sus hijos ni sus amigos se acordaban del burgués ahora que no tenía dinero, así que puso por aval a Nuestro Señor Cristo y su Madre Gloriosa. El judio no acababa de ver claro el negocio, pero aun así concedió el préstamo al burgués.

Harto contento tomó el dinero y empezó a viajar por el condado, obteniendo grandes ganancias con el comercio. Se acercaba el día de devolver el préstamo y como ya había reunido suficiente, lo arrojó al río pidiendo al Señor que lo tomase y se lo entregase al judío, ya que él era el avalista. Casi huelga decir que las cosas no fueron como el comerciante esperaba. El dinero quedó por siempre perdido y por tanto el prestamista no lo recibió, el burgués fue detenido y llevado a la justicia por moroso, donde finalmente escogió la Ronda antes que la horca.

El antes buen hombre se ha convertido en un ser rencoroso y mezquino. Nada comparte y de nadie se fía, intentando robar lo que puede a su prójimo. Pero a quien más odia es a Dios y a su Madre por haberle abandonado, arrastrándole a esta situación...

XXIV El milagro de Teófilo

Por un casual los ronderos se han dado de bruces con una Misa Negra. Aquelarre, adoración de machos cabríos, sacrifico de vírgenes, depravación sexual, pactos con el maligno y más cosas que un buen cristiano no puede imaginar. Consigan desmantelarla o no, la cuestión es que obtendrán pistas y un hilo del que tirar para seguir a los malvados adoradores de Satanás por todo el Condado.

Cultos innominables, gente que ha hecho pactos horribles, grupos de brujas malvadas, clérigos pervertidos que ocultan signos torcidos en sus iglesias, una sospechosa tienda en el mercado de Yerbosera, gente que sabe demasiado y se oculta en Madriguera... Todo ello forma una enmarañada red a cuyo centro los ronderos bien se arrepentirán de llegar.

El mismísimo Obispo de Ablaneda ha hecho un pacto con la Hueste Antigua y como ya tenía dinero y mujeres solo pidió aquello que más ansiaba, escapar de lo que más temía: de la misma muerte. Claro que como muchos otros cometió el error de pedir la inmortalidad, pero no eterna juventud. Su cuerpo decrépito y sin alma ya está llegando a los cien años y a nadie escapan que es algo antinatural, aunque muchos, los que viven más lejos de Castro de la Reina, lo achacan a un milagro concedido por su virtud.

Los ronderos podrán acabar averiguando esto y cuando lo sepan, ¿cómo habrán de obrar?

XXV La iglesia robada

Se ha producido un crimen. En una pequeña aldea cerca de Vargas había una hermosa iglesia, fruto del trabajo duro y la fe de sus habitantes. Pero la otra noche fue profanada. Unos locos, de los cuales incluso se dice que uno era clérigo, penetraron el recinto a sabiendas de que no había hombres, solo una joven monja. A ella la ataron, maltrataron y forzaron. Pero no fue menos lo que le hicieron al santo lugar. Robaron las ropas de la sacristía, los cálices y las cosas de oro, las sábanas que cubrían el altar y... nunca se vio mayor osadía, se atrevieron a arrebatar a la estatua de la virgen su toca y su corona de plata.

Alguien tendrá que perseguir y atrapar a los culpables. De hecho ya se están ocupando los caballeros del señor de Vargas y los enfadados habitantes del lugar. Pero si son atrapados por cualquiera de ellos seguramente los lincharán hasta la muerte y en Ablaneda todo el mundo tiene derecho a un juicio justo, aunque de acuerdo a lo elevado de su posición, claro. Por eso la Ronda debe darse prisa en encontrarlos.

Lo que ninguno sabe es que ya han sido castigados. La Gloriosa, sañuda, hizo que lo que robaron se quedara para siempre pegado a sus manos y los confundió mientras huían. Ahora rondan por las cañadas sin saber quiénes son o a dónde ir, totalmente indefensos frente al ataque de hombres o bestias.}} Y para aquellos son un blanco apetecible teniendo en cuenta el botín del que no pueden librarse. Además en las cañadas hay caminos secretos que conducen al corazón de las montañas, cabe el riesgo de que alguno de los profanadores se deslice por ellos por casualidad y sea mucho más difícil de capturar... Y si es el que porta la toca y la corona, puede que la ira de la Virgen no cese hasta que sean recuperadas. Simplemente puede...


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