Primera parte de una serie de ideas para aventuras basadas en los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo. Por Kha (11 de enero 2012)
Buenos días tengan vuesas mercedes. Quizá pocos recuerden (quizá algunos más por la reciente y excelente selección de música de ambientación) o sepan del juego que se les ofreció Ablaneda, el Juego de Rol. Seguramente serán menos de los que conocen o recuerden los Milagros de Nuestra Señora, que se publicaron (no de mi mano, sino de la de Gonzalo de Berceo) hace alrededor de ochocientos años.
Debido a mis estudios acabé teniendo que leer la obra (Ablaneda no, los Milagros) y, aparte de haberme encantado y ser una obra maestra, era como si me gritase “¡Ablaneda!” en cada una de sus narraciones, y como ya iba siendo hora de que publicase algún material...
Cada una de las veinticinco narraciones de milagros que se cuentan en los Milagros de Nuestra Señora (valga el pleonasmo) era por su cercanía de épocas, por el ambiente que dibuja, por su casi “realismo mágico” algo que casaba terriblemente bien con Ablaneda. No pude hacer otra cosa que coger las hermosas narraciones del maestro Berceo y, como él ya hizo, ampliarlas, decorarlas y (en mi caso) retorcerlas para crear algo nuevo. ¿Sacrilegio? ¿Plagio? ¿Homenaje? No sé si ofrezco algo de eso. Lo único que sé es que he sacado 25 ideas de aventuras, objetos mágicos o personajes casi por la patilla y que las iré publicando en tres entregas.
Ahí van las ocho primeras.
I. La casulla de San Ildefonso
Se habla de una reliquia milagrosa oculta en una iglesia perdida de las montañas. Es la casulla, el manto de la misa, de un sacerdote de hace siglos, antes de que se fundara el condado. No fue tejida por manos humanas, sino que la hicieron los ángeles con un tejido que no es de este mundo y la Virgen en persona se la entregó al santo varón como premio a su virtud. Cualquiera que la vista mientras reza con fervor recibirá la bendición del Altísimo y su protección. Pero que tengan cuidado los locos temerarios que la busquen en su propio beneficio, pues aquel que guarde pecado inconfeso en su alma y su corazón no debe usar la casulla o esta se cerrará sobre su cuello, asfixiándolo hasta la muerte. Tan alto premio solo corresponde a los corazones más puros.
¿Y quién sabe si el obispo de Castro de la Reina quisiera contarse entre ellos o cuánto pagaría por poseerla? O si es el único que la busca...
II. El sacristán impúdico
Un monje y sacristán del monasterio de santo Tomás fue hallado hace unos meses casi muerto a la orilla de un río. Sus compañeros de monasterio rescatáronlo y no con poco esfuerzo lograron que expulsara toda el agua que había tragado y sobreviviera.
Cuando hallose en condiciones, narró esto: que había caído al río volviendo de una aldea cercana, que en dicha aldea estaba amancebado con una moza y que allí practicaba vicio de todo tipo; mas que, al casi morir, su alma alcanzó los infiernos y sintió un anticipo de la tortura que le aguardaba antes de que la Virgen Gloriosa lo rescatara y le diera una segunda oportunidad.
De eso hace ya tres meses y hasta entonces el buen monje había llevado una vida modélica, alejado de su querida ahora embarazada, las casas de juego a las que debía dinero y la vieja alcahueta con la que se enemistó. Mas ahora ha aparecido desnudo y muerto sin remisión en una senda próxima a la aldea. Su cuerpo había sido golpeado con saña incluso después de muerto.
¿Puede algo de este mundo haber cometido tan horrible crimen?¿Puede que incluso su primera tentativa de muerte y el hecho de que se retirase de la vida de pecado no fuesen un accidente?
III. El clérigo y la flor
Pocos días ha, un clérigo del monasterio de santo Tomás que debió de ir al sur para acometer unas tareas mundanas, fue asaltado en el camino, despojado y asesinado. Los poco piadosos habitantes del lugar lo enterraron cerca de un río, por lo que la misma Virgen se apareció a uno de sus cofrades del monasterio para que fuesen a recuperar su cuerpo y ponerlo en sagrado, como corresponde al buen cristiano. Sabiendo la suerte que ha corrido el primero, los clérigos que salgan ahora no querrán ir solos y además necesitarán ayuda para transportar el cadáver, ahí entra la Ronda.
Cuando se hallen allí y exhumen el cadáver descubrirán asombrados que a pesar del tiempo pasado está incorrupto y además en su boca ha brotado una flor que emite un aroma embriagador. Aquesto solo puede traer complicaciones y mala fortuna a nuestros ronderos. El dulce olor puede atraer a duendes bromistas o cosas peores; el propio Diablo podría intentar poner pegas a la pía labor de los monjes y ronderos.
Pero el mayor peligro es el pueblo ignorante y codicioso: saben que si ese cadáver no está solo incorrupto sino también con tan dulce fragancia, bien podría ser que el finado monje fuese santificado y declarado mártir por el obispado. En ese caso no van a dejar que se lleven el cuerpo y desperdicien todas las valiosas reliquias enterrándolas, cualquier aldea estaría dispuesta a acabar con el grupo para despojar (una vez más) el cadáver.
IV. El premio de la virgen
Tomé de Calerva era el párroco de una pequeña aldea a las orillas de la Laguna, cerca de Castro de la Reina, y muy devoto de Nuestra Señora. No obstante un día quedó postrado en el lecho por unas fuertes fiebres y ya se le daba por muerto entre sus feligreses. No obstante la acción de la Gloriosa lo hizo sanar cuando ya casi se le salía el alma y la noticia de la milagrosa curación se extendió por todo el condado.
De Vargas a Torres y de Entrerríos a Yerbosera, masas de peregrinos acuden a la pequeña iglesia en cuya sacristía tuvo lugar el milagro. La población de la aldea se ha quintuplicado y se ha convertido en una feria perpetua que ya se alarga semanas. Cojos, ciegos, enfermos y desesperados de toda condición abarrotan calles y tiendas de campaña esperando que se repita el regalo de la Madre.
Pero allí donde puede, el Diablo pone su trampa: mientras unos se dedican a rezos fervorosos, otros han hallado una fuente de oro y vicio en este improvisado carnaval. Todos los pecados empiezan a darse cita en los rincones de Calerva y eso tienta al Príncipe de las Tinieblas (y al episcopado, por cierto, que ya busca cómo tomar su parte del pastel mientras la milicia Condal busca la forma de dispersarlos). La aglomeración empieza a ser difícil de controlar y defender de predadores como sierpes y ojancos, pero puede que lo peor esté por llegar pues la luna nueva, luna de demonios, se acerca.
V. El pobre caritativo
Fernán Gustioz es ahora un pequeño labrador que comparte lo poco que tiene con los pobres para ganarse el cielo, pero hace cinco años...
Fernán Gustioz era el azote de los caminos del sur. Saqueaba a placer las cercanías de Yerbosera. Se atrevió a asaltar un cargamento de hierro destinado al mismo Conde y a seducir a la menor de las hijas del entonces Alcalde. Muchos le llamaban (unos con desprecio, otros con admiración) el Alcalde de Madriguera.
Cierto día, durante una persecución a caballo, una mala caída quebró su pierna y escapó milagrosamente de la guardia mercenaria de Yerbosera ocultándose en una gruta de los Picos Quebrados. Esa gruta había pertenecido a un ermitaño y un retrato de la virgen ocupaba toda una pared. Fernán supo entonces que ella le había salvado para que se reformara.
Ahora de su escasa renta consigue sacar lo justo para que malvivan las viudas y huérfanos de su aldea sin que muchas veces quede nada para él. Pero siempre está dispuesto a recibir al viajero cansado y ofrecerle lo poco que tiene, sea un peregrino o un rondero buscando aún al Alcalde de Madriguera.
VI. El ladrón devoto
Nuño Ruiz el Follón es uno de los personajes más singulares que pueden encontrarse entre los miembros de la Ronda. Antes de ingresar en ella era un ladrón consumado, robaba cualquier cosa que no estuviera por azar clavada al suelo; pero también era un fiel devoto de la Virgen.
Un buen día fue atrapado practicando su mal negocio en una aldea. Los juicios en Ablaneda son rápidos y normalmente fatales: de inmediato alzaron un cadalso y allí lo colgaron. Lo dejaron creyéndolo muerto, mas, aunque pasó un día pendiendo de la soga, no pereció y por fin logró bajarse a la mañana siguiente. Los aldeanos se enteraron de esto y lo persiguieron para arremeterle a puñaladas, pero parecía que alguien de ahí arriba no quería dejarlo morir.
Afortunadamente para él, durante esta reyerta un contingente de la milicia del Conde se hallaba en las cercanías y le sacaron milagrosamente indemne. Le llevaron ante un juez en Castro de la Reina y a la vista de que no podía morir, pero seguía siendo un criminal, fue destinado directamente a la Ronda, donde aún sirve como el más temerario y temeroso de Dios de sus miembros.
VII. El monje y San Pedro
Dos niños vagabundos llegaron hace poco al cuartel de la Ronda en Yerbosera y contaban una historia singular: un tal don Pedro les acogió en su casa, les dio de comer y les vistió. A cambio de ello, debían llevar el alma de un monje pecador de vuelta a su cuerpo para que tuviera una segunda oportunidad, y además les aconsejó que fueran a pedir ayuda a los ronderos.
Lógicamente se lo tomaron a guasa y les echaron, pero siguieron viniendo y por fin el Capitán, interesado, les dio audiencia. Les pidió que le mostraran el alma y los niños le mostraron un cofre ricamente decorado, el Capitán lo abrió, lo miró deslumbrado un momento y ordenó a los niños que no se lo dejasen ver a nadie más. Ahora el Capitán estaba convencido de la historia y {{ha enviado a una patrulla a la tumba de ese infeliz para devolverle su alma.
Ni siquiera Satán osa interponerse, porque es designio de Cristo, pero... Puede que el monje al que hay que resucitar no fuese desconocido a los ronderos. Quizá dejó preñada a la hermana de alguno de ellos, quizá les jugó una mala pasada, quizá ellos mismos le mataron porque era un peligro. ¿Y ahora qué? ¿Desafiar las órdenes del altísimo?
Y esos niños... ¿No parece que a veces tienen un brillo insólito en la cara?
VIII. El romero de Santiago
No es raro que los peregrinos, lejos de su lugar de nacimiento donde nadie sabe (o inventa) lo que hacen, se den a una vida disoluta de vicio y pecado. Y más ahora que aumenta el tráfico de peregrinos por el milagro de Calerva. Pero han de tener cuidado aquellos que se dan al fornicio en lugar de la oración cuando hacen camino santo, pues cuentan que un lobo cruel acecha a las ovejas que se alejan del redil.
Cuentan que se les aparece en el camino la forma del nobilísimo apóstol san Jacob. Asombrados por la presencia del santo, los peregrinos oyen sus palabras que les conminan a coger su cuchillo para cortarse primero los genitales y luego el cuello como penitencia por sus errores y así alcanzar el cielo.
Pero sabed que es el ardid de un demonio por antes cobrarse el alma de estos fornicarios. Toma la forma del santo y así les engaña, no solo impidiendo que se purguen terminando su camino, sino encima haciéndoles morir en pecado mortal de suicidio, yendo directos a las sartenes del infierno.
Parece que últimamente se está volviendo más audaz y ya no solo aborda a grandes pecadores, sino que sus víctimas cada vez son más variadas y sus engaños más finos. Además, ¿es que puede estar en varios sitios a la vez o son más de uno?
Gracias por estas magníficas aventuras.
ResponderEliminarEn la revista Desde el Sótano hemos compartido este enlace para que nuestros lectores también puedan disfrutarlas.